domingo, noviembre 09, 2008

La japonesa tenía puesto un uniforme negro, suelto y tenía algo colgando de su brazo derecho. Al parecer me sentí amenazada, pero no. Lo que impulso que le clavara el cuchillo en el estómago fue mi instinto violento, oculto hace tiempo. No se murió instántaneamente, la observé y tomé conciencia de lo que había hecho.
La situación a medias era peligrosa, por eso la fui rodando por el piso y la tiré por el balcón. Ya estaba más tranquila, una leve culpa trató de aparecer pero la mitigue.
Miré al cielo, era todo color rosa furioso, los aviones, cientos de ellos escapaban en línea recta.
Sabría que tenía que esconderme para no ser atrapada.
Salí a la calle de noche, los patrulleros daban vueltas por la ciudad y los policias rastreaban con sus perros. Uno de los perros, se acercó a alfatearme, ladró fuerte, pero escapé.
Me escondí en una casa, esperando...