sábado, junio 26, 2010

Si me ves, chiflame




Ver lo grotezco, la exposición de cuerpos delineados, contorneados por horas de ejercicio, verlos explícitamente pierde misterio. ¿Es en ese momento que deberíamos sentirnos seducidos? Es por ello cuando descubrimos una señal en lo oculto de la cotidianeidad aparece el deseo, y ahí surge la timidez interna del cuerpo que se retrae. No es en ese espacio vedado donde hay que encontrar lo sexual, sino en lo que se muestra e impone para ser gozado, los espacios y tiempos perfectamente delimitados para controlar la sexualidad. Una sexualidad que hoy se define como libre, gozosa, fuera de restricciones sociales y clericales, pero que aún es totalmente controlada, nombrada, clasificada y clausurada en su significación, cercada por límites en un imaginario social compartido por acádemicos, sexólogos, psicólogos, medios de información entre otros.
No hay lenguaje para definir el deseo porque cuando lo nombro lo censuro, y si trato de mostrarlo con palabras se desvanece, sólo lo siento con el cuerpo, por eso es tan díficil traspasarlo a un razonamiento, y las mismas letras nos parecen insuficientes.
Cuando nos nazca el deseo, al rozar el cuerpo con un extraño, cuando una mirada profunda revele instinto, no es la duda e incertidumbre la que podría brotar sino el reconocernos deseados y deseosos por otros muchos. Puro calor humano, pura esencia.

1 comentario:

Alexandre Costa dijo...

Adorei a reflexão!! parabéns pela leitura. Tenho pensado bastante ultimamente acerca desse tema: calor humano. E justamente por isso vim parar aqui no seu blog.
Beijo e boa sorte!